“Fue una experiencia de encuentro con ese Dios humano entre nosotros”, manifestó Erven Amaya, mientras relataba cómo se desarrolló la actividad de entrega de alimentos a familias de los Flores de Catia, en Caracas, donde el participó junto a otros jesuitas estudiantes de Filosofía y Teología en un espacio de solidaridad y hermandad, apoyado por la Fundación Unidos en la Misión.
Actualmente, Venezuela es uno de los países con el mayor índice de Inseguridad Alimentaria en el mundo, situación que todos los días pone en riesgo la vida de cientos de familias con ingresos que no alcanzan para una alimentación balanceada, acorde a los estándares establecidos internacionalmente.
En este contexto, la Fundación Unidos en la Misión, de la mano con otras organizaciones y obras de la Compañía de Jesús en Venezuela, desarrolla el programa Pan para Todos, como una forma de paliar la situación, entregando alimentos de la canasta básica a personas que están en condición de vulnerabilidad.
En esta oportunidad la jornada fue acompañada y liderada por jóvenes jesuitas y voluntarios vinculados a la parroquia Jesús Obrero de Catia, quienes, previo diagnóstico comunitario, se organizaron el sábado 12 de junio para realizar la entrega de alimentos a cada uno de los hogares seleccionados.
En total fueron 49 las familias beneficiadas. “El objetivo de la actividad es hacernos solidarios con los que más padecen en este momento de crisis política, social, sanitaria y económica. Nos hacemos solidarios desde la oración, pero también nos hacemos solidarios desde el aporte concreto…”, aseguró el jesuita Erven Amaya.
Se entregaron más de 12 productos, entre los que se encontraban: pasta, arroz, café, atún, aceite, harina, salsa de tomate, entre otros. Las comunidades atendidas fueron: Los Higuitos, Los Flores de Catia (propiamente) y Los bloques.
En esta populosa barriada caraqueña, comentó el jesuita, hay gran cantidad de adultos mayores. Muchos de estos están solos y sin fuentes de trabajo, lo cual los pone en una situación de alta vulnerabilidad considerando la crisis económica e hiperinflación del país suramericano, con una de las reservas petroleras más grandes del mundo.
“Había una señora que vivía sola y al momento de entregarle la bolsa de alimentos lloró y nos comentó que unos minutos antes rezaba a Dios y al beato José Gregorio Hernández por su salud y la necesidad de tener algo que comer”, relata el Amaya, conmovido por el encuentro con cada una de estas familias y sus historias de vida. “Es una experiencia que mueve las fibras humanas”.